Desde el país del sol naciente nos llegan algunos de los contenidos para adultos más contrastados y extremos. A veces resulta complicado entender como en Japón no se permite la reproducción de películas para adultos que muestren los genitales, pero si la producción de ciertos contenidos bastante polémicos como el Hentai de incesto o de salvajismo. Los japoneses son los que mejor explotan el fetichismo y los gustos sexuales más exagerados. Al fin y al cabo, una de las obras más célebres del cine XXX japones es aquella que nos muestra a una mujer teniendo relaciones sexuales con animales como el pulpo. Concretamente, la película titulada “el sueño de la esposa del pescador”. Sin embargo, la legislación del país nipón no permite a sus ciudadanos ver los genitales ni en películas XXX ni en webcams de sexo.
La sociedad japonesa cuenta con siglos de tradición pornográfica. Desde el siglo XV hasta el siglo XIX los japoneses tuvieron a su disposición el “shunga”. El shunga o “imágenes de primavera” es un género de estampas japonés que tiene como tema principal la representación de los actos sexuales. Pues bien, siglos después, en pleno siglo XXI, la pornografía japonesa es una de las más importantes de todo el planeta. Un sector que genera miles y miles de millones de beneficios y que cuenta con millones de usuarios tanto en el mundo real como en el ciberespacio. A pesar de que la mayoría de las películas o webcams de sexo niponas muestran actividades sexuales similares a las occidentales, lo cierto es todas ellas se diferencia de estas últimas por algo que llama mucho la atención. Por supuesto, hablamos de la evidente censura de los genitales (pixelado) en todas las producciones XXX del país asiático.
Para nosotros los occidentales, probablemente, ver contenidos para adultos en los que los genitales estén pixelados nos parezca, cuanto menos, algo absurdo. Sin embargo, los japoneses –quienes en realidad son los consumidores principales de estos productos- tienen sus razones. Sea como fuere, en el país del sol naciente todo está pixelado. Desde las películas para adultos o el hentai hasta las webcams de sexo. No obstante, en Japón la industria para adultos mueve masas. Las estanterías de las librerías, los supermercados y lógicamente los establecimientos para adultos, están siempre a rebosar de contenidos pornográficos.
Su uso es tan elevado que se estima que genera alrededor del 1% del PIB del país (entre 30.000 y 40.000 millones de euros al año). A pesar de este increíble consumo, los japoneses tienen que asumir y aceptar que no pueden ver pornografía como los europeos o norteamericanos. Esto se debe al artículo 175 de la constitución japonesa. Esta ley establece que está completamente prohibido difundir “material indecente” en todo el territorio del país. El código penal considera que “material indecente” a todos aquellos productos gráficos y audiovisuales que muestran los genitales femeninos y masculinos. Por lo tanto, la única solución que tienen los japoneses es pixelar las partes nobles. Hay que tener en cuenta que el adjetivo “indecente” es tan ambiguo como efectivo, pues no solo incluye a la pornografía o las webcams de sexo, sino también el popular hentai y las revistas eróticas.
Lo cierto es que resulta sorprendente que un país tan avanzado en otros ámbitos se encuentre tan rezagado en el porno en comparación con Europa o América. Sin embargo, el artículo 175 no es únicamente motivo de esta censura. Lo cierto es que hay que buscar también razones como la propia mentalidad de la sociedad japonesa. Como todos sabemos, el país asiático es mucho más abierto al desnudo debido a costumbres como la de compartir baños con otros familiares o clientes en los baños termales. De la misma manera, los pechos de la mujer nunca aparecen pixelados porque esta parte de la anatomía femenina nunca se ha visto como algo sexual. No obstante, cuando la pornografía occidental que muestra el rol sexual de la mujer atravesó las fronteras japonesas, todo esto comenzó a cambiar.
Si bien la sociedad japonesa no suele mostrar su disconformidad con las normativas o leyes vigentes, lo cierto es que durante los últimos años han comenzado a surgir muchas voces críticas que cuestionan el artículo 175 de la constitución japonesa. En este sentido, creen que un país donde se supone que hay libertad de expresión no puede tener una constitución que censure los contenidos pornográficos. Durante los últimos años, se han producido numerosos procesos judiciales entre productores y editores de contendidos XXX y el Estado japones.
De la misma manera, cada vez más artistas pornográficas o modelos de las webcams de sexo han salido a protestar contra una ley que consideran perjudicial para profesión. Por desgracia, los litigios se eternizan en los juzgados debido a que el código penal no define con exactitud el término “obsceno”, por lo que la ambigüedad y la libre interpretación del concepto dan pie a numerosos debates por parte de los interesados.